O
n est quand même atterré par cette indifférence globale des grands médias dominants et de l’opinion publique, en France, à l’égard du coup d’Etat qui vient de se produire au Brésil où la présidente Dilma Rousseff vient d’être écartée du pouvoir [1]. Oui, il s’agit bien d’un coup d’Etat, un vrai. Certes sans bruits de bottes ni de sabres comme au bon vieux temps, mais coup d’Etat tout de même soit, pour être très clair : « Le renversement du pouvoir, de façon illégale, par l’action d’une fraction des gouvernants. »
Il est vrai aussi que, depuis des mois, l’opinion publique mondiale a été méthodiquement désinformée et saturée par des cascades de nouvelles à propos d’affaires de corruption au Brésil liées au groupe Petrobras. Mais justement, la présidente Dilma Rousseff n’est pas personnellement impliquée dans ce scandale. Et si, effectivement, la Constitution brésilienne prévoit le cas d’ « empêchement », de mise en accusation du chef de l’Etat, elle ne l’admet qu’en cas d’un « délit dont se serait rendu coupable le chef d’Etat ». Or à ce jour, Dilma Rousseff est simplement suspectéed’irrégularités sur la présentation de son budget 2014 pour avoir eu recours – comme tous ses prédécesseurs – à une acrobatie comptable consistant à faire financer des dépenses sociales par des banques afin de décaler dans le temps les débits inscrits sur les comptes publics. Répétons-le, tous ses prédécesseurs ont également pratiqué ce « dribble fiscal », sans pour autant avoir été mis en accusation.
Bref, Dilma Rousseff a été brutalement renversée par un coup d’Etat de nouveau type, institutionnel, inspiré du modèle qui a déjà permis le renversement de deux présidents progressistes : Manuel Zelaya, en 2009, au Honduras, et Fernando Lugo, en 2012, au Paraguay.
Ce n’est pas très compliqué à comprendre. Mais les médias dominants ont tellement embrouillé les choses, que le grand public en Europe en est venu à trouver presque « normal » que Dilma Rousseff soit finalement écartée du pouvoir. En revanche, la plupart des observateurs étrangers de bonne foi se trouvant sur place n’ont pu que constater la grossière manipulation médiatique et l’évidence du coup de force.
En témoigne, par exemple, la grande lucidité de l’acteur français Vincent Cassel qui réside à Rio de Janeiro et qui, à propos de la crise politique au Brésil, a récemment déclaré ceci :
« Attention à la désinformation ! Quand Lula, il n’y a pas si longtemps, obtenait les Jeux Olympiques et la Coupe du Monde de foot, le Brésil passait pour le "pays de l’avenir". Aujourd’hui, on noircit le tableau avec la même exagération. Toute la classe politique de ce pays est corrompue. Lula et Dilma ont certainement des casseroles, mais leurs adversaires encore plus. La droite capitaliste, qui a longtemps dirigé le pays après la fin de la dictature, n’a jamais rien fait en faveur du peuple brésilien. Lula, lui, a sorti cent millions de personnes de la misère et a fait émerger une classe moyenne. L’ensemble des médias est détenu par quatre ou cinq familles riches qui manipulent l’information de façon scandaleuse pour reprendre le pays au Parti des travailleurs (PT) : les images des manifestations pro-Dilma sont régulièrement légendées par la presse comme des preuves de son impopularité ! La grande majorité ne souhaita pas son départ [2]. »
Pour aller dans le sens de Vincent Cassel, nous présentons ci-dessous plusieurs analyses (en espagnol) qui devraient permettre d’éclairer le débat.
Illustration : Michel Temer
1) Crisis brasileña era estrategia golpista
Por Emir Sader
ALAI AMLATINA, 12/05/2016.- La larga crisis brasileña, que algunos dicen que ha empezado con las manifestaciones callejeras de junio del 2013, otros que recién concluidas las elecciones del 2014, gana contornos definidos, conforme desemboca en un golpe blanco. No se puede decir que todo ha sido meticulosa y fríamente calculado, pero es cierto que han terminado siendo piedras de la arquitectura de una estrategia golpista con el objetivo, a como sea y con quien sea, sacar el PT del gobierno.
Ese es el objetivo de la derecha brasileña, así como es la de los otros países con gobiernos progresistas de la región : cerrar el ciclo de gobiernos populares, sacar a esas fuerzas del gobierno, de la forma que sea posible, restablecer el modelo neoliberal. Es lo que ha pasado y está pasando en Brasil ahora.
Hubo quienes creyeron que las manifestaciones del 2013 eran democráticas, que criticaban al gobierno y al PT desde un punto de vista de izquierda. Tremendo engaño : era el comienzo de la onda de descalificación de la política, primer paso para la ofensiva de la derecha.
Hubo quienes, desde la ultra izquierda, saludaban el final de los gobiernos del PT, su fracaso, el final del ciclo de gobiernos progresistas en América Latina, como si hubiera llegado la hora a la ultra izquierda. Enorme engaño : la alternativa al PT y a los gobiernos progresistas está en la derecha. La misma crisis demostró que el único gran liderazgo popular en Brasil es el de Lula. Que las grandes manifestaciones populares tienen en la CUT –Central Única de Trabajadores, cercana al PT– su más grande puntal.
Hubo quienes se han dejado llevar por los medios brasileños y creyeron que el tema central de la crisis era un tema de corrupción del PT. Cuando la crisis se ha profundizado y los medios internacionales mandaron sus corresponsales, todos, unánimemente, se dieron cuenta que los corruptos están del otro lado, son exactamente los golpistas. Que no hay ninguna prueba concreta en contra de Dilma o de Lula, mientras los dirigentes del golpe y más de 200 parlamentarios que lo han votado, son reos de procesos de corrupción en el Supremo Tribunal Federal.
Total, la larga y profunda crisis brasileña es la estrategia de la derecha para recuperar el gobierno y, desde ahí atacar los avances de los últimos casi 13 años en Brasil. Atacar la destinación constitucional de recursos para la educación y la salud, atacar los derechos de los trabajadores, atacar los patrimonios públicos, imponer un durísimo ajuste fiscal, desatar la represión en contra de los movimientos populares, establecer una política internacional de subordinación a los intereses de los Estados Unidos. Esos son los objetivos del golpe blanco, que se fue gestando a lo largo de los últimos años en Brasil.
Pretenden sacar al PT y restablecer el modelo neoliberal, el Estado mínimo y la política externa subordinada a los EEUU, y terminar con los gobiernos del PT que dieron prioridad a la lucha en contra de la desigualdad, al rescate del rol activo del Estado y a la política externa soberana. Esos son los objetivos de la larga crisis de desestabilización en Brasil.
La izquierda en su conjunto y todos los movimientos sociales lo han comprendido muy bien, se han unido en defensa de la democracia, en contra del golpe, a sabiendas que lo que viene, como en Argentina, es una venganza en contra del pueblo y de sus derechos.
Pero a diferencia de un golpe militar o de una victoria electoral, la derecha brasileña tiene que enfrentarse al más grande movimiento de masas que el país haya conocido, con su falta absoluta de propuestas que pudieran darle legitimidad y apoyo popular, con el liderazgo de Lula, el único con enorme respaldo popular.
Son tiempos de lucha, de disputa, de inestabilidad, de crisis hegemónica profunda. El juego no ha terminado, al contrario, se ha profundizado, los enfrentamientos de clase han quedado mucho más visibles. Brasil ya no será el mismo después de esta crisis. La derecha ya no se disfrazará de civilizada, de democrática, de reformista, para aparecer como es : neoliberal, corrupta, golpista (El gobierno de Temer, por primera vez, desde la dictadura, tendrá apenas a hombres, blancos, desde luego, adultos, reaccionarios, corruptos).
Mientras que la izquierda está comprometida con volver al gobierno para desatar los nudos que han bloqueado sus gobiernos y han llevado al golpe, principalmente la democratización de los medios, el quiebre de la hegemonía del capital especulativo, la reforma del sistema electoral, entre tantas otras reformas. Esa disputa es la que caracteriza al nuevo período político abierto hoy en Brasil.
- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
Brasil de Fato
Ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado se presentaron pruebas concretas que incriminen a la presidenta Dilma.
El día de ayer quedará en la memoria del pueblo brasileño como el día en que el voto de 54 millones de lectores fue despreciado y, por medio de un golpe, la primera mujer electa presidenta de Brasil fue desplazada.
En cumplimiento de un rito que agrede nuestra democracia, el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha (PMDB-RJ), encaminó el proceso de impeachment al Senado. Allí, la decisión de la mayoría fue favorable al parecer del relator de la Comisión Especial, Antonio Anastasia (PSDB-MG), que da continuidad al proceso por considerar que Dilma practicó crimen de responsabilidad. Con esa decisión, ella es apartada por hasta seis meses, hasta que haya una votación final, que decidirá por el impeachment o no.
Sin embargo, ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado se presentan pruebas concretas que incriminan a Dilma Rousseff y que le impidan ejercer su mandato hasta el final. La acusan por los “maquillajes fiscales”, por lo tanto, si eso fuese considerado crimen, el impedimento también debería aplicarse sobre el vicepresidente Temer y para 16 de los actuales gobernadores. Por si no bastase, el propio Anastasia también utilizó las pedaleadas en el gobierno de Minas Gerais. ¡Lo que viene siendo orquestado es tan absurdo, que quien acusa son los que cometieron los crímenes por los cuales la presidenta es acusada ! O sea, ¡para ella vale, para ellos no !
Aunque los fundamentos de la acusación son precarios, el origen del golpe no lo es. Se sustenta en el realineamiento de Brasil con los intereses de los Estados Unidos, en la criminalización de las luchas sociales y en la retirada de los derechos de los trabajadores. Indicios de lo que será el nuevo gobierno está diseñado en el programa “Puente para el Futuro” que reúne intereses del capital internacional y que permite que estos hagan lo que siempre se quisieron : privatizar, no permitir que Brasil se desarrolle como nación soberana y aumentar la explotación de manera inédita.
¡No es hora de desanimar ! En este escenario es fundamental no sólo mantener, sino también intensificar la movilización contra el golpe propuesta por el Frente Brasil Popular, por el Frente Pueblo sin Miedo y por innumerables iniciativas de artistas, estudiantes, religiosos e intelectuales.
El sentimiento de que fuimos traicionados y golpeados se explayan, y es en las calles que llevaremos adelante grande combates denunciando a los golpistas y al modelo económico anti-popular a ser adoptado por Temer. ¡Nuestra lucha sigue ! y, con la frente en alto, seguiremos en alerta contra el retroceso en nuestro país.
Rio de Janeiro, 12 de mayo de 2016, 07h06
Por Atilio Boron
Una pandilla de bandidos tomó por asalto la presidencia de Brasil. La integran tres actores principales : por un lado, un elevado número de parlamentarios (recordar que sobre unas dos terceras partes de ellos pesan gravísimas acusaciones de corrupción) la mayoría de los cuales llegó al Congreso producto de una absurda legislación electoral que permite que un candidato que obtenga apenas unos pocos centenares de votos acceda a una banca gracias a la perversa magia del “cociente electoral”. Tales eminentes naderías pudieron destituir provisoriamente a quien llegara al Palacio del Planalto con el aval de 54 millones de votos.
Segundo, un poder judicial igualmente sospechado por su connivencia con la corruptela generalizada del sistema político y repudiado por amplias franjas de la población del Brasil.
Pero es un poder del estado herméticamente sellado a cualquier clase de contraloría democrática o popular, profundamente oligárquico en su cosmovisión y visceralmente opuesto a cualquier alternativa política que se proponga construir un país más justo e igualitario.
Para colmo, al igual que los legisladores, esos jueces y fiscales han venido siendo entrenados a lo largo de casi dos décadas por sus pares estadounidenses en cursos supuestamente técnicos pero que, como es bien sabido, tienen invariablemente un trasfondo político que no requiere de mucho esfuerzo para imaginar sus contornos ideológicos.
El tercer protagonista de esta gigantesca estafa a la soberanía popular son los principales medios de comunicación del Brasil, cuya vocación golpista y ethos profundamente reaccionario son ampliamente conocidos porque han militado desde siempre en contra de cualquier proyecto de cambio en uno de los países más injustos del planeta.
Al separar a Dilma Rousseff de su cargo (por un plazo máximo de 180 días en el cual el Senado deberá decidir por una mayoría de dos tercios si la acusación en contra de la presidenta se ratifica o no) el interinato presidencial recayó sobre oscuro y mediocre político, un ex aliado del PT convertido en un conspicuo conspirador y, finalmente, infame traidor : Michel Temer. Desgraciadamente, todo hace suponer que en poco tiempo más el Senado convertirá la suspensión temporal en destitución definitiva de la presidenta porque en la votación que la apartó de su cargo los conspiradores obtuvieron 55 votos, uno más de los exigidos para destituirla.
Y eso será así pese a que, como Dilma lo reconociera al ser notificada de la decisión senatorial, pudo haber cometido errores pero jamás crímenes. Su límpido historial en esa materia resplandece cuando se lo contrasta con los prontuarios delictivos de sus censores, torvos personajes prefigurados en la Ópera del Malandro de Chico Buarque cuando se burlaba del “malandro oficial, el candidato a malandro federal, y el malandro con contrato, con corbata y capital”. Ese malandraje hoy gobierna Brasil.
La confabulación de la derecha brasileña contó con el apoyo de Washington -¡imaginen como habría reaccionado la Casa Blanca si algo semejante se hubiera tramado en contra de alguno de sus peones en la región ! En su momento Barack Obama envió como embajadora en Brasil a Liliana Ayalde, una experta en promover “golpes blandos” porque antes de asumir su cargo en Brasilia, en el cual se sigue desempeñando, seguramente que de pura casualidad había sido embajadora en Paraguay, en vísperas del derrocamiento “institucional” de Fernando Lugo.
Pero el imperio no es omnipotente, y para viabilizar la conspiración reaccionaria en Brasil suscitó la complicidad de varios gobiernos de la región, como el argentino, que definió el ataque que sus amigos brasileños estaban perpetrando en contra de la democracia como un rutinario ejercicio parlamentario y nada más.
En suma, lo ocurrido en Brasil es un durísimo ataque encaminado no sólo a destituir a Dilma sino también a derrocar a un partido, el PT, que no pudo ser derrotado en las urnas, y a abrir las puertas para un procesamiento del ex presidente Lula da Silva que impida su postulación en la próxima elección presidencial.
En otros términos, el mensaje que los “malandros” enviaron al pueblo brasileño fue rotundo : ¡no se les vuelva a ocurrir votar a al PT o a una fuerza política como el PT !, porque aunque ustedes prevalezcan en las urnas nosotros lo hacemos en el congreso, la judicatura y en los medios, y nuestro poderío combinado puede mucho más que sus millones de votos.
Grave retroceso para toda América Latina, que se suma al ya experimentado en la Argentina y que obliga a repensar que fue lo que ocurrió, o preguntarnos, en línea con el célebre consejo de Simón Rodríguez, dónde fue que erramos y por qué no inventamos, o inventamos mal.
En tiempos oscuros como los que estamos viviendo : guerra frontal contra el gobierno bolivariano en Venezuela, insidiosas campañas de prensa en contra de Evo y Correa, retroceso político en Argentina, conspiración fraudulenta en el Brasil, en tiempos como esos, decíamos, lo peor que podría ocurrir sería que rehusáramos a realizar una profunda autocrítica que impidiera recaer en los mismos desaciertos. En el caso del Brasil uno de ellos, tal vez el más grave, fue la desmovilización del PT y la desarticulación del movimiento popular que comenzó en los primeros tramos del gobierno de Lula y que, años después, dejaría a Dilma indefensa ante el ataque del malandraje político.
El otro, íntimamente vinculado al anterior, fue creer que se podía cambiar Brasil sólo desde los despachos oficiales y sin el respaldo activo, consciente y organizado del campo popular. Si las tentativas golpistas ensayadas en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010) fueron repelidas fue porque en esos países no se cayó en la ilusión institucionalista que, desgraciadamente, se apoderó del gobierno y del PT desde sus primeros años. Tercer error : haber desalentado el debate y la crítica al interior del partido y del gobierno, apañando en cambio un consignismo facilista que obstruía la visión de los desaciertos e impedía corregirlos antes de que, como se comprobó ahora, el daño fuera irreparable.
Por algo Maquiavelo decía que uno de los peores enemigos de la estabilidad de los gobernantes era el nefasto rol de sus consejeros y asesores, siempre dispuestos a adularlos y, por eso mismo, absolutamente incapacitados para alertar de los peligros y acechanzas que aguardaban a lo largo del camino.
Ojalá que los traumáticos eventos que se produjeron en Brasil en estos días nos sirvan para aprender estas lecciones.
- Dr. Atilio A. Boron, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013.
NOTES
[
1] Il s’agit, en principe, d’une mise à l’écart «
provisoire » pour une durée de 180 jours pendant lesquels le Sénat décidera, à la majorité qualifiée des deux tiers, si la destitution est «
définitive ».
[
2] « Entretien avec Vincent Cassel », par Louis Guichard,
Télérama, Paris, 14 mai 2016.